sábado, 17 de septiembre de 2016

EVANGELIO - SAN LUCAS - 8,4-15

TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA XXIV
17 de Septiembre


    Carta I de San Pablo a los Corintios 15,35-37.42-49.

   
     Hermanos: Alguien preguntará: ¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo?
    Tu pregunta no tiene sentido. Lo que siembras no llega a tener vida, si antes no muere.
    Y lo que siembras, no es la planta tal como va a brotar, sino un simple grano, de trigo por ejemplo, o de cualquier otra planta.
    Lo mismo pasa con la resurrección de los muertos: se siembran cuerpos corruptibles y resucitarán incorruptibles; se siembran cuerpos humillados y resucitarán gloriosos; se siembran cuerpos débiles y resucitarán llenos de fuerza; se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual.
    Esto es lo que dice la Escritura: El primer hombre, Adán, fue creado como un ser viviente; el último Adán, en cambio, es un ser espiritual que da la Vida.
    Pero no existió primero lo espiritual sino lo puramente natural; lo espiritual viene después.
    El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo.
    Los hombres terrenales serán como el hombre terrenal, y los celestiales como el celestial.
    De la misma manera que hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial.


Salmo 56(55),10.11-12.13-14.

Mis enemigos retrocederán cuando te invoque.
Yo sé muy bien que Dios está de mi parte;

confío en Dios y alabo su palabra;
confío en él y ya no temo:
¿qué pueden hacerme los hombres?

Debo cumplir, Dios mío, los votos que te hice:
te ofreceré sacrificios de alabanza,
porque tú libraste mi vida de la muerte
y mis pies de la caída,
para que camine delante de Dios
en la luz de la vida.


    Evangelio según San Lucas 8,4-15.

    Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: "El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo.
    Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad.
    Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron.
    Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno". Y una vez que dijo esto, exclamó: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!".
    Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.
    La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios.
    Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
    Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.
    Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar.
    Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Fuente: ©Evangelizo.org

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