viernes, 6 de enero de 2017

SOBRE LA INMUTABILIDAD DE LA VERDAD DE FE, EL MAGISTERIO Y LA TEOLOGÍA




INTRODUCCIÓN

    1. Como motivo principal para plantear y difundir muchos de los errores actuales, suele aducirse la necesidad de acomodar la exposición de la fe a la "mentalidad del hombre moderno", a las circunstancias culturales de la época, etc. No se trata en la mayoría de los casos, de un simple intento por explicar o exponer mejor la doctrina, sino de algo que responde a una arraigada actitud de espíritu -análoga a la reprobada por San Pío X en la condena del modernismo-, alimentada por diversas variantes de la llamada filosofía moderna.

    2. Se afirma que toda la fe ha de ser "constantemente repensada y reformulada, para que pueda estar abierta a las exigencias de la historia". En el fondo de esas pretensiones, se encuentra un grave error sobre la noción misma de verdad, que sigue a la correspondiente pérdida del sentido de la realidad independiente de la conciencia del hombre. La negación de la metafísica está, de hecho, a la base de la mayoría de esos planteamientos. Reducido el ser a acción humana (ya sea de tipo idealista o materialista), la verdad sólo se considera como "resultado" de esa acción: ya no tendría sentido "conocer la verdad", sino "verificar una teoría, haciéndola". De ahí que se haya escrito: "A través del futuro, la verdad no se identifica con el pasado o con la continuidad del presente, sino con la novedad emergente a través de la acción"; y, por eso, dirán que "el cristianismo no es un conjunto de verdades, sino el seguimiento de Cristo que en cada época, habrá de tomar expresiones ideológicas diversas"; etc., etc.

    3. No es de extrañar que esas actitudes acaben por encontrar una fuerte afinidad con el marxismo (cuando no parten ya de él), que sería la ideología verificada (hecha verdadera) en esta época por la acción revolucionaria en la historia. También conecta bien esa actitud con un “antropocentrismo téológico”, según el cual hablar de Dios es otro modo de hablar del hombre.

    4. Otras motivaciones son más burdas, y pretenden justificarse acusando a la Iglesia (al Magisterio principalmente) de haberse equivocado en sus enseñanzas; de haber "cosificado" la fe en una serie de proposiciones abstractas, olvidando la esencia "carismática" del seguimiento de Cristo. Otras veces, la acusación será de haber construido una "ideología" conservadora al servicio de las clases dominantes.

    5. El resultado común de todas esas aberraciones es la pretensión de "descubrir un nuevo cristianismo", ya que habría llegado la hora final de un "cristianismo convencional" (que sería el vivido hasta ahora por la Iglesia, al menos desde la Paz de Constantino). Se ha escrito, por ejemplo, que hay que presentar al mundo un "cristianismo del rostro humano" (una irreverente y absurda comparación con el llamado "socialismo del rostro humano" de la 'Primavera de Praga'; comparación sólo explicable por un penoso complejo de inferioridad ante las ideologías de moda). Es triste comprobar que todo eso se va extendiendo cada vez más, incluso a personas que desconocen o no comparten las premisas iniciales por las que se ha abogado ese "nuevo cristianismo".

    6. Con esos presupuestos -y sus numerosas variantes-, se tiende expresamente a desacreditar la autoridad del Magisterio de la Iglesia, exigiendo, a la vez una "libertad teológica” que pretende para los teólogos una posición de igualdad, e incluso de superioridad, respecto al Magisterio de la Iglesia.

    7. Poco a poco, van siendo más numerosas las voces que se levantan contra esta ola devastadora que azota a la Iglesia, pero todavía la situación es muy grave -y quizá haya aún de agravarse más-, y esos errores se difunden impunemente desde la prensa y editoriales oficialmente católicas, e incluso desde numerosas cátedras de universidades pontificias y otros organismos y personas que, teniendo por misión difundir la luz, difunden tinieblas.

    8. No podemos dejarnos engañar; en cuestiones de fe, no caben ni "izquierdas" ni "derechas" ni "centros"; sólo cabe la fidelidad o la infidelidad. Y en todo lo demás, libertad y responsabilidad personal. A continuación se recordarán algunas de las verdades principales acerca de la fe, del Magisterio y de la teología, que es particularmente importante tener siempre presentes y difundir en la labor apostólica. Con la humildad de sabernos capaces de ser infieles, hemos de estar vigilantes; pedir al Señor que nos mantenga siempre fieles, evitando por nuestra parte todo lo que suponga, aun de lejos, un peligro para la integridad de nuestra fe, sabiendo que "sin fe es imposible agradar a Dios" (Hebr. XI, 6); y con la seguridad y el optimismo de saber que Dios no pierde batallas.

Fuente: www.gloria.tv


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