lunes, 9 de enero de 2017

SOBRE LA INMUTABILIDAD DE LA VERDAD DE FE, EL MAGISTERIO Y LA TEOLOGÍA




III. SOBRE LA TEOLOGÍA Y EL PLURALISMO TEOLÓGICO

    1. "La razón ilustrada por la fe, cuando busca cuidadosa, pía y sobriamente, alcanza por don de Dios alguna inteligencia, y muy fructuosa, de los misterios, ora por la analogía de lo que naturalmente conoce, ora por la conexión de los misterios mismos entre sí y con el fin último del hombre" (Conc.Vaticano I, Const. Dei Filius, cap. IV: Dz 1796). Con estas palabras se indica en substancia la función de la teología, que es la ciencia de la fe. Por eso, es de la esencia misma de la teología su total dependencia y sumisión a la verdad revelada tal como es propuesta infaliblemente por la Iglesia: “El Sagrado Magisterio ha de ser, para cualquier teólogo, en materia de fe y costumbres, la norma próxima y universal de la verdad” (Pío XII, Enc. Humani generis, 12-VIII-1950: AAS 42 (1950) 567).

    2. Siendo los artículos de la fe los primeros principios de la ciencia teológica (cfr. Santo Tomás, In Sent. Prol. q. 1, a. 3, qla. 3, sol. 2), toda "teología" que los niegue —o incluso que los ponga en duda "metódicamente" o no- es, además de errónea, anticientífica. Esa falsa teología —hoy día tan abundante— se empeña en una labor destructora, que condenaba San Pío X citando las siguientes palabras de San Anselmo: "Ningún cristiano, en efecto, debe disputar cómo no es lo que la Iglesia Católica cree con el corazón y confiesa con la boca; sino, manteniendo siempre indubitablemente la misma fe y amándola y viviendo conforme a ella, buscar humildemente, en cuanto pueda, la razón de cómo es. Si logra entender, dé gracias a Dios; si no puede, no saque sus cuernos para impugnar (I Mac. VII, 46), sino baje su cabeza para venerar" (San Pío X, Enc. Communium Rerum, 21-IV-1909: Dz 2120).

    3. Por otra parte, en todas aquellas cosas relacionadas con el depósito de la fe, sobre las que caben diferentes –y aun opuestas- explicaciones, el Magisterio siempre ha defendido, y fomentado, un legítimo pluralismo teológico: queda abierto un dilatadísimo campo de investigación en el cual se reconoce "a los fieles, clérigos o laicos, la debida libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer, humilde y valerosamente, su manera de ver en el campo de su competencia" (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, n. 62). "En esta legítima libertad reside el progreso de la teología.(...) Los teólogos deben aprender a tener conciencia de los reducidos límites de su capacidad personal y a prestar debida atención a las opiniones de los demás, principalmente de aquellos que la Iglesia tiene por principales testigos e intérpretes de la doctrina cristiana. (...) Quien respeta esta libertad para sí y para los demás, nunca confiará excesivamente en sí mismo, ni despreciará las opiniones de otros teólogos, ni osará proponer sus conjeturas como verdad cierta, sino que buscará dialogar con toda modestia con los demás y preferirá siempre la verdad a todos sus juicios y opiniones personales" (Paulo VI, Aloc. al Congreso de Teol. del Conc. Vat. II, 21-IX-1966: AAS 58 (1966).

  Es, pues, importante, distinguir "entre la verdad y la opinión; entre la firmeza con la que se deben defender las verdades centrales de las que pende toda la existencia humana, y la firmeza con que es prudente sostener los juicios sobre asuntos más marginales, cuando no mudables".

  "No es la misma la autoridad del dogma definido por el Magisterio de la Iglesia, que la de una sentencia definida por alguno o por algunos teólogos; ni se puede confundir la actitud ortodoxa, que lleva a custodiar la tradición de la Iglesia, con el cerrilismo de quien se niega a aceptar todo progreso" (Carta Argentum electum, 24-X-1965, n. 28).

    4. Como es obvio, teniendo en cuenta las verdades de fe hasta aquí recordadas, este pluralismo teológico no puede entenderse jamás como referido a los mismos dogmas ("pluralismo dogmático"): la verdad, sobre cualquier cosa, es única, y respecto a lo que constituye el objeto de la fe, cual es esa verdad ha quedado para siempre declarado, de modo que su negación (sea cual sea la justificación que se pretenda dar) no es una "opinión teológica" -entre las que hay que dialogar, estudiar, complementarse, etc.- sino herejía.

  Así lo ha recordado recientemente la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe: "La justa libertad de los teólogos debe mantenerse en los límites de la palabra de Dios tal como ha sido fielmente conservada y expuesta en la Iglesia y como es enseñada y explicada por el Magisterio" (S.C.D.F., Declaración sobre la doctrina católica acerca de la Iglesia para defenderla de algunos errores actuales, 24-VI-1973: ed. Castellana Tip. Pol. Vat., P. 18).

Fuente: www.gloria.tv



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