jueves, 22 de junio de 2017

EVANGELIO - SAN MATEO 11,25-30

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XI
23 de Junio

    Deuteronomio 7,6-11.

    Moisés habló al pueblo diciendo: «Tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios: él te eligió para que fueras su pueblo y su propiedad exclusiva entre todos los pueblos de la tierra.
    El Señor se prendó de ustedes y los eligió, no porque sean el más numeroso de todos los pueblos.
Al contrario, tú eres el más insignificante de todos.
    Pero por el amor que les tiene, y para cumplir el juramento que hizo a tus padres, el Señor los hizo salir de Egipto con mano poderosa, y los libró de la esclavitud y del poder del Faraón, rey de Egipto.
    Reconoce, entonces, que el Señor, tu Dios, es el verdadero Dios, el Dios fiel, que a lo largo de mil generaciones, mantiene su alianza y su fidelidad con aquellos que lo aman y observan sus mandamientos;
pero que no tarda en dar su merecido a aquel que lo aborrece, a él mismo en persona, haciéndolo desaparecer.
    Por eso, observa los mandamientos, los preceptos y las leyes que hoy te ordeno poner en práctica.»



Salmo 103(102),1-2.3-4.6-7.8.10.

Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.

El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel.

El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.



    Epístola I de San Juan 4,7-16.


    Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
    El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
    Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
    Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
    Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros.
    Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros.
    La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu.
    Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo.
    El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.
    Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.



    Evangelio según San Mateo 11,25-30.

    Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido.
    Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."
    Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
    Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
    Porque mi yugo es suave y mi carga liviana."


Fuente: ©Evangelizo.org


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