TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE CORPUS CHRISTI
03 de Junio
(Trad. ©Evangelizo.org)
Para tener una idea de nuestra dignidad, debemos recordar a menudo el cielo, el calvario y el infierno. Si comprendemos lo que significa ser hijo de Dios, no podríamos hacer el mal, seríamos como ángeles sobre la tierra. Ser hijo de Dios ¡qué dignidad!
Cuando los ángeles se rebelaron contra Dios, ese Dios tan bueno, viendo que ya no podían gozar de la felicidad para la cual habían sido creados, hizo al hombre y ese pequeño mundo que vemos para alimentar su cuerpo. Pero era necesario también alimentar su alma; y como nada de lo que había sido creado puede alimentar el alma que es un espíritu, Dios quiso darse Él mismo como comida.
Pero la gran desgracia es que somos negligentes y no recorremos a este divino Alimento, para atravesar el desierto de esta vida. Así como una persona que muere de hambre al lado de una mesa llena de comida, del mismo modo hay quienes se quedan cincuenta, sesenta años sin alimentar su alma.
Si los cristianos pudieran comprender este lenguaje de nuestro Señor que les dice: «Pese a tu miseria, Quiero ver de cerca esta bella alma que he creado para Mi. La he hecho tan grande que solamente Yo puedo llenarla. La he hecho tan pura que solamente mi cuerpo puede alimentarla.»
Fuente: ©Evangelizo.org
«Dios se da El mismo como comida»
Para tener una idea de nuestra dignidad, debemos recordar a menudo el cielo, el calvario y el infierno. Si comprendemos lo que significa ser hijo de Dios, no podríamos hacer el mal, seríamos como ángeles sobre la tierra. Ser hijo de Dios ¡qué dignidad!
Cuando los ángeles se rebelaron contra Dios, ese Dios tan bueno, viendo que ya no podían gozar de la felicidad para la cual habían sido creados, hizo al hombre y ese pequeño mundo que vemos para alimentar su cuerpo. Pero era necesario también alimentar su alma; y como nada de lo que había sido creado puede alimentar el alma que es un espíritu, Dios quiso darse Él mismo como comida.
Pero la gran desgracia es que somos negligentes y no recorremos a este divino Alimento, para atravesar el desierto de esta vida. Así como una persona que muere de hambre al lado de una mesa llena de comida, del mismo modo hay quienes se quedan cincuenta, sesenta años sin alimentar su alma.
Si los cristianos pudieran comprender este lenguaje de nuestro Señor que les dice: «Pese a tu miseria, Quiero ver de cerca esta bella alma que he creado para Mi. La he hecho tan grande que solamente Yo puedo llenarla. La he hecho tan pura que solamente mi cuerpo puede alimentarla.»
Fuente: ©Evangelizo.org
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