jueves, 18 de octubre de 2018

LA TRANSUSTANCIACIÓN EUCARÍSTICA


El Magisterio posterior a Trento

    Pío VI (s. XVIII), en la Bula Auctorem Fidei reafirma la necesidad de profesar la doctrina de la transustanciación tal como la definía Trento y que el Sínodo de Pistoia (1786) juzgaba una cuestión meramente escolástica.

    Pablo VI en la Encíclica Mysterium Fidei, ofrece estas precisiones contra las teorías que se propagan, especialmente en Holanda:

-Es preciso afirmar la transustanciación y no hablar de una simple transignificación o transfinalización. Se necesita, además, conservar el sentido propio de las definiciones dogmáticas y de su terminología.

-“Las especies del pan y del vino, tras la consagración, tienen un nuevo significado y un nuevo fin porque contienen una nueva realidad que llamamos ontológica” (AAS, 57, 1965, 766).

-El Papa ofrece esta explicación de la transustanciación en la terminología literal latina:

    “Conversa substantia seu natura panis et vini in corpus et sanguinem Christi, nihil panis et vini maneat, nisi solae especies, sub quibus totus et integer Christus adest in sua physica realitate, etiam corporaliter praesens, licet non eodem modo quo corpora adsunt in loco” (DH 4413)[7].

-Posteriormente en el Credo del Pueblo de Dios (a. 1968), se precisa el sentido de las especies eucarísticas al decir que “quedan sólo las propiedades del pan y del vino que nosotros percibimos con nuestros sentidos”.

    Estas propuestas y precisiones del Magisterio son suficientes, no para comprender el misterio, que supera nuestras capacidades, sino para discernir la formulación teológica más adecuada, con la cual el Magisterio une indisolublemente el dogma de la presencia real y el dogma de la transustanciación.

    El Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 1373-1381) se limita a recoger la doctrina clásica del Magisterio tridentino y de los últimos Pontífices.

La posición de los Reformadores

Lutero presenta estas tres grandes líneas de pensamiento:

-Afirma convencido la presencia real de Cristo en la Eucaristía, según las mismas palabras de Cristo; incluso cree afirmar, mejor todavía que los «papistas», el realismo de la presencia que él sostiene con fuerza contra las tendencias demasiado simbolistas de otros reformadores.

-Niega la transustanciación, de la que se ríe cáusticamente como palabra bárbara y explicación ridícula. Para él la presencia de Cristo se contiene con la sustancia y bajo la sustancia del pan y del vino. Se trata más bien de una empanación de Cristo. El modo de explicar la presencia del Señor es el de su capacidad de encontrarse en todas partes, «ubique». Se habla, por ello de «ubiquismo» eucarístico.

-Admite la presencia del Señor en la Eucaristía sólo para la comunión; pero niega la permanencia de la presencia fuera de la comunión, y es contrario al culto eucarístico fuera de la misa que él condena como idolatría, como adoración del pan.

Zwinglio:

-Niega la presencia real y la explicación de Lutero sobre el ubiquismo.

-La presencia de Cristo es sólo espiritual. La Eucaristía es sólo una presencia en signo que estimula nuestra fe.

Calvino:

-Niega las explicaciones de Lutero y de Zwinglio: ni ubiquismo, ni simple simbolismo.

-Acentúa la fuerza espiritual, que al pan y al vino confiere el Espíritu Santo, en la medida en que es aceptado y recibido por la fe.

-Admite la presencia sólo en uso, y es polémico en las confrontaciones de la reserva y de todas las formas de culto eucarístico fuera de la misa.

    A estas posiciones de los reformadores responde el concilio de Trento en la sesión XIII con el Decreto sulla Santísima Eucaristia de 11 de octubre de 1551 (DS 1635-1661) donde los capítulos y cánones son aprobados por unanimidad.[8]

    Esta doctrina marca un punto firme y autorizado de la doctrina católica sobre la Eucaristía, elaborada sobre la base de la Biblia, la Tradición y las formulaciones de los concilios antes citados. A ella se remitirá todo el Magisterio posterior.

Algunas desviaciones de la teología después de Trento

    A partir del concilio de Trento surgieron en la Iglesia diversas teorías que trataron de ir más allá de la definición conciliar, intentando ofrecer una diferente explicación filosófico-teológica que, con frecuencia, se reveló más bien inexacta, cuando no herética. A modo de resumen enunciaremos algunas de ellas.

Aplicaciones metafísicas

-La teoría de la “anihilatio”. La sustancia del pan y del vino deja de ser porque Dios la aniquila, y la sustituye por el Cuerpo de Cristo.

-La teoría de la reproducción. Según F. Suárez, en la conversión eucarística se da una especie de reproducción del Cuerpo de Cristo.

-La teoría de la «adductio». Según R. Bellarmino, no se trata ni de un aniquilamiento ni de una reproducción, sino de una venida o «adductio» del cuerpo de Cristo que está en el cielo, a las especies eucarísticas, pero sin movimiento local.

Las teorías fisicistas

-Algunos pensadores cristianos se sintieron en el deber de aplicar a la conversión eucarística las nuevas explicaciones científicas. Así, las nuevas definiciones o explicaciones de la sustancia eran traducidas en nuevas explicaciones de la transustanciación.

-Descartes piensa que la esencia de las cosas consiste en su extensión. No acepta, pues, la explicación escolástica y considera que en la conversión eucarística cambia también la extensión de las especies que, sin embargo, son mantenidas por el poder de Dios en suspenso, para hacernos ver y sentir lo que en realidad ya no es. Las partículas del pan y del vino se unen con el alma de Cristo en una especie de empanación o a la manera de una unión hipostática de Cristo con el pan.

-Leibniz distingue entre la sustancia de las cosas que es un complejo de mónadas y su manifestación fenoménica: extensión, impenetrabilidad… que derivan de las formas derivadas de las mónadas. En la Eucaristía las mónadas del pan y del vino cambian en las mónadas del Cuerpo y Sangre de Cristo, mientras permanecen los efectos fenoménicos derivados del pan y del vino.

-Algunos autores han dicho incluso que la sustancia de las cosas está formada por átomos, moléculas, electrones…, incluso alguno ha llegado a decir si no era justo preguntarse, dado que en una hostia hay tantas sustancias como complejos moleculares, si en la hostia consagrada hay tantas presencias y se dan tantas transustanciaciones cuantas son las “sustancias” físicas.

Las teorías simbólicas

-Mientras florecían las explicaciones físicas, aparecían, por reacción, las teorías “simbólicas”, las cuales reducían la presencia a un puro simbolismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.

-Posteriormente, llegaron las diferentes teorías que han interpretado la presencia real a partir de la filosofía fenomenológica y existencialista. Según estar teorías, el verdadero ser de las cosas, no está tanto en su realidad física o metafísica (en sí), sino en su relación con la persona (para nosotros). El Misal romano del Novus Ordo hace un giño a este tipo de interpretación cuando, en el ofertorio del pan y del vino durante la Misa, se dice: “serán para nosotros, pan de vida y cáliz de eterna salvación”

-Lo importante en la Eucaristía no es entidad metafísica, sino su sentido, que cambia y su finalidad que muta. Por tanto, la conversión eucarística se puede considerar como una transignificación y una transfinalización, un cambio de significado y de finalidad. En último término estos teólogos defienden que la finalidad y el significado son “sustanciales”, dados con la realidad del pan y el vino y constitutivos de estos elementos, y que, por tanto, transfinalización y transignificación se identifican con la transustanciación.[9]

    Sobre el fondo de estas posiciones es preciso interpretar los documentos del Magisterio de la Iglesia en notables intervenciones de Pío XII y Pablo VI.

    Pío XII en la Mediator Dei (1947) sobre la presencia real y el culto eucarístico; en la Humani Generis (1951) sobre la presencia de las fórmulas de fe y la condena de las interpretaciones de una presencia de Cristo puramente simbólica.

    Pablo VI en la encíclica Mysterium Fidei (1965) y las precisiones del Credo del Pueblo de Dios (1968) tal como vimos anteriormente en este mismo artículo.

[7] Denzinger-Hünermann, Enchiridion Symbolorum, 4413.

[8] No es este el momento para estudiar detalladamente la respuesta de Trento. Cualquiera que lo desee lo puede hacer consultando DS 1635-1661.

[9] P. Schoonenberg, La transustanciación, “Concilium” 24, 1967, 99.

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