TIEMPO ORDINARIO
JUEVES DE LA SEMANA XXVI
JUEVES DE LA SEMANA XXVI
04 de Octubre
Memoria de san Francisco, el cual, después de una juventud despreocupada, se convirtió a la vida evangélica en Asís, localidad de Umbría, en Italia, y encontró a Cristo sobre todo en los pobres y necesitados, haciéndose pobre él mismo. Instituyó los Hermanos Menores y, viajando, predicó el amor de Dios a todos y llegó incluso a Tierra Santa. Con sus palabras y actitudes mostró siempre su deseo de seguir a Cristo, y escogió morir recostado sobre la nuda tierra.
Se ha dicho que san Francisco entró en la gloria desde antes de morir y que es el único santo a quien todas las generaciones hubiesen canonizado unánimemente. Estas exageraciones, que no carecen de fundamento, nos permiten afirmar con la misma verdad que san Francisco es el único santo de nuestros días a quien todos los no católicos estarían de acuerdo en canonizar. Ciertamente no existe ningún santo que sea tan popular como él entre los protestantes y aun entre los no cristianos. San Francisco de Asís cautivó la imaginación de sus contemporáneos presentándoles la pobreza, la castidad y la obediencia en los términos que los trovadores empleaban para cantar al amor, y con su sencillez ha conquistado a nuestro mundo tan complicado. Los que sueñan en reformas sociales y religiosas acuden al ejemplo del Pobrecito de Asís para justificar sus aspiraciones, y los sentimentales no pueden resistir a su inmensa bondad. Pero los rasgos idílicos relacionados con su nombre -su matrimonio con la Pobreza, su amor por los pajarillos, la liebre acosada, el halcón, el jilguero de la cueva, su pasión por la naturaleza (la naturaleza en el siglo XIII era todavía una cosa «natural»), sus hazañas y palabras románticas- todos esos rasgos no son, por decirlo así, más que chispazos de un alma que vivía sumergida en lo sobrenatural, que se nutría en el dogma cristiano y que se había entregado enteramente, no sólo a Cristo, sino a Cristo crucificado.
Oremos
Fuente: ©Evangelizo.org
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