sábado, 3 de noviembre de 2018

EVANGELIO - SAN MARCOS 12,28b-34

TIEMPO ORDINARIO
DOMINGO DE LA SEMANA XXXI
04 de Noviembre

    Deuteronomio 6,2-6.

    A fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto.
    Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
    Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
    Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
    Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy.



Salmo 18(17),2-3a.3bc-4.47.51ab.

Yo te amo, Señor, mi fuerza,
Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador.
Mi Dios, el peñasco en que me refugio,
mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte.

Invoqué al Señor, que es digno de alabanza
y quedé a salvo de mis enemigos.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
¡Glorificado sea el Dios de mi salvación !

El concede grandes victorias a su rey
y trata con fidelidad a su Ungido



    Carta a los Hebreos 7,23-28.

    Los otros sacerdotes tuvieron que ser muchos, porque la muerte les impedía permanecer; pero Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.
    De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos.
    El es el Sumo Sacerdote que necesitábamos: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y elevado por encima del cielo.
    El no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
    La Ley, en efecto, establece como sumos sacerdotes a hombres débiles; en cambio, la palabra del juramento -que es posterior a la Ley- establece a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.



    Evangelio según San Marcos 12,28b-34.

    Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».
    Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel:el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
    El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
    El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
    Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor

Fuente: ⒸEvangelizo.org


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