TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XXXI
09 de Noviembre
Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo...
«Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas…» Consideremos también, no nos parezca cosa enorme, que el Hijo de Dios preparó una especie de látigo de las cuerdas que había recogido para arrojar del templo. Para explicar esto, nos queda una poderosa razón. El divino poder de Jesús, cuando quería podía contrarrestar la furia de sus enemigos, aun cuando fuesen muchos, y apagar el fuego de sus maquinaciones. Porque el Señor disipa las determinaciones de las gentes y reprueba los pensamientos de los pueblos (Sal 132,10). La historia presente nos demuestra que no tuvo un poder menos fuerte para esto que para hacer milagros; además, que es mayor este hecho que el milagro de haber convertido el agua en vino, porque allí había una materia inanimada, pero aquí se desbaratan los tráficos de muchos miles de hombres.
Y San Juan dice aquí que arrojó a los que vendían en el templo, y San Mateo dice que arrojó a los que vendían y compraban. Mas el número de los que compraban era mayor que el de los que vendían, cuya expulsión debía ser difícil para el que se consideraba como el hijo de un carpintero. Pero por disposición divina, todos estaban sometidos a su dominio, como se ha dicho.
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