La Virgen María nos enseña que, el acercarse a Dios, es un proceso permanente; un movimiento del alma que ha de durar toda la vida, y que el medio para caminar hacia él es la oración.
¡Oh Virgen de Nazaret! El “sí” que pronunciaste en tu juventud marcó tu existencia y llegó a ser grande como tu misma vida. ¡Oh, Madre de Jesús!, en tu “sí” libre y gozoso, y en tu fe activa, muchas generaciones y muchos educadores han encontrado inspiración y fuerza para acoger la palabra de Dios y para cumplir su voluntad. ¡Oh, Maestra de vida!, enseña a los jóvenes a pronunciar el “sí” que da significado a la existencia y hace descubrir el nombre escondido por Dios en el corazón de cada persona. Amén.


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