La Virgen María nos enseña que, el acercarse a Dios, es un proceso permanente; un movimiento del alma que ha de durar toda la vida, y que el medio para caminar hacia él es la oración.
¡María Santísima! Hoy quiero consagrarme a Ti, consagrarte mi familia, y de manera especial, mi querida patria, a tu Inmaculado Corazón.
Madre de amor y de misericordia, haz de nuestra Nación la morada perfecta para que reine tu Inmaculado Corazón, a fin de que, a través del amor maternal que en él reside, encontremos la paz, la unidad y la conversión que tanto necesitamos. Amén.


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