La Virgen María nos enseña que, el acercarse a Dios, es un proceso permanente; un movimiento del alma que ha de durar toda la vida, y que el medio para caminar hacia él es la oración.
Señora mía, no te pido ni honores ni riquezas; te pido la gracia de Dios, el amor a tu Hijo, el cumplir su santa voluntad y el paraíso para amarlo eternamente.
¿Será posible que no me ayudes? No, pues ya me ayudas como espero, rezas por mí, me otorgas lo que pido y me aceptas bajo tu protección.
No me dejes, Madre mía; sigue rezando por mí hasta que me veas salvo a tus pies en el Cielo, bendiciéndote y dándote gracias siempre. Amén.


No hay comentarios:
Publicar un comentario