Algunos alumnos estaban averiguando entre los profesores de Inglés el significado de la palabra ‘kerigma’. Inútilmente.
Porque la palabra kerigma es griega, y se refiere al primer y fundamental anuncio de Cristo Salvador. Dicho anuncio consiste en proclamar con gozo y valentía que aunque el ser humano se separó muy pronto de su creador, Dios nos ama entrañablemente a cada uno, de manera que nunca desapareció para la humanidad la esperanza, a pesar de que muchas veces, en este mundo, todo aparezca oscuro y triste.
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Jesucristo, Dios y hombre verdadero, ha pagado por nuestros pecados con su muerte en la cruz, y resucitó venciendo la muerte y el pecado. Jesucristo está vivo y presente en medio de nosotros aquí y ahora.
Ante la primera predicación de Pedro, los judíos le preguntaron:- ¿Qué tenemos que hacer, hermanos? A lo que Pedro contestó: -Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hch 2, 37-38).
De manera que si te arrepientes, crees en Él y te bautizas en Su Nombre, obtienes perdón de los pecados y vida nueva. Es como un nuevo nacimiento (Jn 3,15): Una vida sobrenatural, divina que no tiene fin.
Estas palabras del kerigma, con la fuerza del Espíritu Santo, tienen el poder de mover los corazones, llevar a la conversión y propiciar la adhesión total a Jesucristo y a la comunidad de creyentes.
¿Por qué se hace necesario enfatizar el kerigma entre nosotros? Porque la Iglesia en los países católicos ha estado presuponiendo, por demasiado tiempo, que todos los fieles ya conocen estas verdades. Se supone que la fe de todos los católicos es una respuesta consciente y personal a dicho anuncio de salvación en Cristo. Esto es falso.
En la práctica observamos que muchos católicos no han escuchado nunca este mensaje con claridad y, por tanto, no han tenido hasta ahora un encuentro personal con Jesucristo vivo.
Por eso el cristianismo de muchos católicos es superficial y rutinario. Es mediocre: ni frío ni caliente. No han experimentado una verdadera conversión, un cambio de vida. No han descubierto la novedad que Cristo trae a nuestras vidas. En realidad, muchos de nosotros vivimos como paganos.
Nada extraño que cuando uno de estos católicos escucha el kerigma de boca de un pastor protestante, cree que debe abandonar la Iglesia Católica. Pero si escuchara con claridad el kerigma en la única verdadera Iglesia de Jesucristo, comprendería que el mismo Jesucristo, único Salvador, nos dejó también la Eucaristía, el Sacerdocio, y la piedad Mariana.
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