La Virgen María nos enseña que, el acercarse a Dios, es un proceso permanente; un movimiento del alma que ha de durar toda la vida, y que el medio para caminar hacia él es la oración.
Oh Virgen María, Salud de los enfermos, que has acompañado a Jesús en el camino del Calvario y has permanecido junto a la cruz en la que moría tu Hijo, participando íntimamente de sus dolores, acoge nuestros sufrimientos y únelos a los de Él.
Quédate junto a nosotros en el momento de la prueba y ayúdanos a repetir cada día contigo nuestro “sí”, seguros de que Dios sabe sacar de todo mal, un bien más grande. Amén.
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